Un personaje es atravesado por una serie de acciones que no son suyas, no le pertenecen. Bien visto, el personaje es más como un punto en el espacio. Contiene y es el efecto de su propio límite. Nada se puede decir de él que no parezca extraviarse y devenir otra cosa. Apenas se enuncia algo suyo y ya se habla de más. Nombrarlo es lo más arbitrario que se puede lograr. Cualquiera que cuente una historia obtendrá para sí un personaje, hasta sentirá un poco de cariño y admirará con modestia lo que considera una extensión de su ser, casi como un hijo; pero si mira bien su creación y la desnuda de todo accidente, sentirá que su labor ha sido en vano. Pronto se irá a tejer la ilusión de otro fantasma.
¿Cuál es tu correo? He querido escribirte…