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Archive for agosto 2011

Ayer tuve un sueño que recuerdo como si se hubiera tratado de una película:

Es de noche. Ha llovido mucho. El viento me está congelando. Estoy descalza, en la calle y tengo miedo. Corro por callejones. Tengo muchas ganas de orinar, creo que es por el frío. Estoy en pijama y sin zapatos. Quiero encontrar una casa donde pueda descansar un poco después de ir al baño. Las casas de esta ciudad no me parecen seguras. La ciudad no me parece real, es tan pequeña, sus casas son tan pequeñas que cualquiera diría que solo es la maqueta de una ciudad. Esto lo pienso mientras corro. Luego de mucho correr me doy cuenta de que la ciudad es un círculo y he llegado al centro; el núcleo es un árbol muerto y de su rama más alta, que no debe pasar de los dos metros, cuelga un faro de luz. Me quedo mirando un rato esa imagen, presiento que ya he visto ese árbol en otra parte. El viento balancea ligeramente el candil y el suelo comienza a mecerse con suavidad, me sorprende un pensamiento: la luz que emana de ese faro es la sustancia tangible de las cosas, y el viento, con su autonomía de la luz, es malo. El suelo está helado, la piel de mis pies se ha adherido a la capa de hielo que cubre el suelo. Me duele moverme; mis pies están cortados, lo sé porque súbitamente me he orinado y el agua calida que los moja me produce un leve ardor. Doy unos pocos pasos levantando los pies para verme las plantas. A mi espalda se oye el lento rechinar de una puerta. Volteo para mirar que hay una tienda abierta a esas horas de la noche, de la madrugada podría decir. Es una tienda de comics. Me acerco. Adentro es cálido. Hay no poca gente, desvelados enfermos de insomnio como yo. Voy al mostrador y pido unos zapatos, pregunto si de casualidad venden zapatos ahí. No tienen. Tienen calcetines. Me alegro y compro un par de color gris claro. Ya más tranquila, observo algunas cosas; me hace feliz saber que existe un lugar así, una tienda para los que leemos de noche. La puerta se abre de nuevo; nadie, excepto yo, voltea y sin embargo todos sonríen porque saben de quién se trata. En el umbral aparece la estampa del hombre que me persigue en el sueño y yo estoy ahí, acorralada por falsos insomnes.

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