—Hay alguien más.
—¿De qué hablas?
—De alguien entre nosotros.
—¿Por qué lo dices? ¿Tienes miedo? ¿Sientes que hay alguien aquí?
—No, no está aquí.
—¿Entonces?
—Es alguien que nos piensa y nos persigue.
—¿Te refieres al influjo de una persona fuera de esta habitación?
—Sí.
—¿Sabes quién es esa persona?
—Es alguien a quien sólo he visto una vez.
—¿Es un hombre? ¿Dónde lo has visto?
—Lo vi con toda claridad una mañana.
—¿Dónde?
—Yo estaba en esta ventana, él estaba en aquella torre.
—Entonces no lo pudiste ver bien ¿cómo es que lo recuerdas?
—Estuve mirándolo cerca de una hora, él también me miraba.
—¿Porqué piensas en él? ¿Sentiste que lo deseabas y te sientes mal por eso?
—Es él quien me está pensando.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque siento la estampa de su presencia en la torre.
—¿Quieres que encienda la luz para que busquemos?
—No, temo que ese acto me saque del sueño y no pueda mirarlo más, ni recordarlo entonces.
Deja un comentario